viernes, 17 de septiembre de 2010

A veces sentimos que nos falta todo. El corazón es aplastado por su propio ritmo, nuestras manos tiemblan, nuestros ojos se oscurecen. Tratamos de correr, encontrar lo que falta. Subimos al coche, se dirige a un callejón sin salida y lloramos al oír una balada.
Hay momentos en que nos sentamos en una silla estática, buscamos un punto blanco y pensamos que los sueños pueden hacerse por ahí, que pueden ir por ahí para nuestra felicidad. Hay momentos en los que se unen los pies y las manos, en la que tenemos la lengua. Hay momentos en que no podíamos hacer otra cosa que inhalar y exhalar como movimientos metódicos, e incluso entonces, pensamos que es el más difícil de soportar.
A veces soñamos con el momento en que se agarra la mano y nos piden que nos quedemos.
A veces no tenemos otra opción que deslizarnos por la pared y gritar. Abrir la ventana y gritar. Grito para hacerles saber que también somos frágiles, para que sepan que vamos a deshacer cuando tenemos a alguien cerca.
Hay veces que tú vas a ser como yo sentado delante del papel para hacer que las palabras son las que tú quieras para ver el mundo de manera diferente. Hay veces que tú vas a ser como yo. En lo que ya no se siente cuando tú golpeas el hombro y vas a dejar de escuchar cuando llaman para ti. Hay veces que sólo responderás a una voz y un touchdown. Hay momentos en que tus piernas se tambalearán y, en este punto tendrás que mantenerte firme y mantener una sonrisa. Hay veces que tú dejarás de ser ganador y que bajará la marea. Hay veces que tú vas a ser como yo, inseguro y donde yacen en la cama, cogerás la almohada y llorarás. Pero tú sabes, que cuando llegan a esas alturas no me gusta.